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¡Ya tenemos ganador!

Y el ganador de “Cómo dar vida a las palabras”, escrito por María Cristian Kunsch de Sokoluk, es NOEL NAVAS del Salvador.

¡Felicidades, Noé! Esperamos que este libro sea de utilidad y que dé vida a tus palabras.

Nos llama la atención que la mayoría desea ver más novelas de cosmovisión cristiana en las librerías. Animamos a las editoriales a tomar esto en cuenta y buscar y nutrir escritores que estén dispuestos a compartir el pensamiento bíblico a través de cuentos y novelas.

Los comentarios que recibimos son dignos de leer, así que los invitamos a hacerlo.

Gana un libro y da vida a tus palabras

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Gana el libro: “Cómo dar vida a las palabras”, escrito por María Cristian Kunsch de Sokoluk. Puedes leer la reseña de este libro aquí.

 ¿Cómo conseguirlo? Sigue los pasos siguientes:

 1. Deja un comentario en esta entrada donde respondas a la pregunta: “¿Qué clase de libros cristianos te gustaría ver en librerías seculares y por qué?» Luego añade tu correo electrónico. (Para evitar spam, escribe tu dirección así: juanperez(arroba)hotmail(punto)com).

2. El 17 de junio de 2009 termina el plazo para inscribirte. Ese día, se elegirá al azar un ganador; solo si contestaste la pregunta. El ganador será notificado por correo electrónico y recibirá el libro en su domicilio.

3. La convocatoria es internacional, así que ¡aprovecha! El tiempo se acaba.

El efecto de nuestras palabras, por Maureen Herrera Brenes

Sucedió en un concurso de canto que se transmite por televisión actualmente en Costa Rica. Ante un comentario de uno de los jueces, el joven concursante reaccionó así, palabras más palabras menos: “quiero aclarar algo, la orquesta no tocó la canción correctamente. Me parece una actitud muy irresponsable por parte de ellos, a estas alturas de la competencia”.

“Irresponsables”. A mí la palabra me retumbó en el cerebro, y me hizo pensar en los efectos de su afirmación. Efectivamente, las consecuencias estuvieron presentes el resto del programa: uno de los jurados defendió la calidad de la orquesta, el director de la agrupación aclaró que el cantante “entró” mal y esto afectó la ejecución, el cantante reconoció su error y al final pidió disculpas públicamente, visiblemente apenado.

A pesar de la congoja casi constante, el asunto terminó bien, con hidalguía y respeto entre las partes. Sin embargo, creo que todo se habría evitado si el muchacho hubiera sido más prudente en su afirmación, o mejor aún, si no hubiera dicho nada. Al final se habría dado cuenta de que él era el único responsable de lo que había sucedido. “Hablé con el hígado, sin pensar”, dijo al disculparse.

A lo largo de todo el episodio, y en los días posteriores, he pensado en quienes escribimos; la verdad es que no estamos exentos de una situación como esta. También podemos escribir sin pensar, al calor de un momento. Esta es una de las razones por las cuales me parece tan valioso dejar reposar los textos.

Hay una lección que nunca olvidaré sobre el uso cuidadoso que debemos hacer de las palabras. La recibí de Patricia Cardona, una costarricense radicada en México donde por muchos años fue crítica de teatro y danza, y actualmente se dedica a formar críticos. Me parece que el consejo con que instruye a sus estudiantes es válido para todas aquellas personas que a menudo opinamos sobre diferentes temas: “Debemos preguntarnos si nuestras palabras son verdaderas, constructivas y necesarias”.

Estamos llamados a honrar al Señor con todo lo que hacemos… y con todo lo que escribimos. Qué el Señor nos ayude a hacerlo con excelencia, respeto y prudencia.

Visitando librerías

Como escritor, a veces debes hacer trabajo de investigación. No es que vayas a copiar el estilo de otro autor o que vayas a sacrificar tu sueño o que debas cambiar tu tema de libro o tu trama de la futura novela.

Solo debes afinar tu sentido de percepción y, como un detective, te escabulles a una librería y:

—hueles los libros

—rozas las tapas

—sueñas con ver tu nombre en las portadas

—ves las listas de mayor venta

—lees las contraportadas de los libros que llaman tu atención

—cuentas los libros que algunos autores han publicado

—memorizas las casas editoriales que producen más

—te diviertes un rato con los libros infantiles

—admiras el arte en portadas e ilustraciones

—juegas a que eres millonario y puedes comprar todos los libros que tengas, así que haces una lista mental

—ruegas que alguien te regale para tu próximo cumpleaños un “certificado de regalo” para tu librería favorita

—concedes entrevistas imaginarias por tu nueva novela (cuando se vuelven realidad, ya no las disfrutas tanto)

—practicas tu firma para cuando des autógrafos (tampoco es tan emocionante cuando ya es un hecho)

—visitas a tus amigos, los clásicos, y suspiras al remembrar sus historias

—charlas con algún dependiente e indagas por los gustos de los lectores

—vigilas la pizarra con anuncios para futuros eventos interesantes

—entablas conversaciones imaginarias con tus autores favoritos

Todo eso puede hacer un escritor en una librería. Visita una lo más pronto posible, y ¡diviértete!

La sonrisa de tu rostro, por Cecilia de Aranibar

Muchas veces, nos interesamos en una persona cuando vemos la expresión amigable que tiene en su rostro. Aquella sonrisa que nos invita al diálogo, a iniciar una conversación sin reparos, sabiendo que seremos bienvenidos.

 

Igualmente para los lectores, es el título de un escrito. Ese título nos debe invitar a leer, nos debe mantener interesados, darnos una idea de lo que se viene, y aún así, dejarnos con la expectativa, el asombro y las ganas de conocer más.

 

El título que le pongamos a nuestros escritos, entonces, será como la sonrisa de aquel rostro. Una puerta de entrada para dar a conocer, de manera general, lo que encontrarán si continúan la lectura. Una bienvenida, con los brazos abiertos.

 

En una ocasión me dijeron: “escribe primero y luego búscale un título ideal”. Me ha sucedido en algunas ocasiones, que terminando un escrito, me doy con la sorpresa que el título que le puse inicialmente no correspondía con lo que escribí y tuve que cambiarlo. Por ello sería una buena práctica escribir primero y preocuparnos de ese detalle al final. 

 

Entonces escriba primero, y verá que sus mismos escritos cobrarán vida, le llevarán por sendas que no había sospechado inicialmente, será asombroso, y al final, dibujará una puerta de entrada a ese sendero, y la rotulará con una cálida bienvenida, para que otros como usted, disfruten de ese viaje maravilloso,  y digan juntos, “acabo de tener una muy buena lectura”.

Cecilia de Aranibar

www.cyberlector.com

Aprendiendo el oficio de ser escritor, por Cecilia de Aranibar

Cuando nos embarcamos en la tarea de escribir, con la ilusión de algún día dedicarnos a ello por completo, comenzamos a buscar alguna fórmula que nos ayude en nuestro emprendimiento. 

Buscamos averiguar un poco sobre los inicios de algunos de nuestros escritores favoritos, y cómo vencieron las dificultades, cómo sortearon los obstáculos, cómo lograron su primera publicación, es decir, todo lo que tuvieron que hacer hasta cumplir su objetivo: ser considerados buenos escritores.

Así lo hice, pero luego de meses de investigación, me topé con una realidad indiscutible: “No se puede aprender a ser escritor”. Lo que sí se puede hacer, es aprender a redactar mejor y con buena ortografía, se puede aprender ciertas técnicas según el género literario, se puede incluso, participar de algunos talleres, pero nada valdrá la pena, si no se tiene pasión por la escritura.

Si usted tiene pasión y está dispuesto a pasar por el proceso de maduración que se requiere de todo escritor, entonces para comenzar, podría seguir estos tres sencillos consejos:

1.-  Sea un buen lector

La lectura nos ayuda a mejorar nuestra redacción y ortografía. Lea los libros más recomendados y procure absorber desde estilos hasta formatos de presentación. 

2.- Escriba, escriba y escriba

Solo escribiendo podrá mejorar su propio estilo. Haciendo esto, se dará cuenta si verdaderamente es lo que desea hacer como actividad central. Un escritor necesita disciplina, constancia y creatividad, para mantenerse a flote en un mundo tan competitivo. 

3.- Muestre sus escritos

Muestre sus escritos a alguien que entienda del tema y le pueda orientar. Muchos escriben, pero no muestran sus escritos, ya sea por vergüenza o por temor a las críticas. Un escritor debe aprender a sobrellevar ambos sentimientos, y saber que habrá críticas, pero si cumplió sus objetivos personales, si comunicó el mensaje que quería brindar, entonces puede seguir tranquilo. 

Entonces, si usted quiere ser un buen escritor, debe asegurarse de creer en usted mismo. Saber que esa es su pasión y seguir hacia adelante sin bajar la guardia; escuchar los consejos y ponerlos en práctica, y sobre todo, estar muy seguro de tener la necesidad, de transmitir ese mensaje que usted tiene, a los demás, a través de la escritura, porque usted siempre quiso… ser escritor.

 

Cecilia de Aranibar

www.cyberlector.com

 

 

Conozcamos nuestro idioma (2) por Maureen Herrera Brenes

Desde hace algunos años estudio inglés, así que siempre llevo en mi bolso mi “cuadernito de nuevas palabras”. Supongo que es una práctica común entre la gente que estudia idiomas. No obstante, hace varios meses me di cuenta de que necesito otro cuaderno de palabras… en español.

 

Todo empezó un día en que escuché un programa radiofónico y se refirieron a un director de cine con el adjetivo de “iconoclasta”. ¿Y eso que significa?, pensé yo. El diccionario, amigo siempre generoso, me lo aclaró: “Se dice de quien niega y rechaza la merecida autoridad de maestros, normas y modelos.” También encontré el sinónimo de “irreverente”. El ejercicio es apasionante. La última vez que lo realicé buscaba el significado de la palabra “dandy”, y lo primero que averigüé es que se escribe de esta forma en inglés, de donde proviene el término. En español se escribe “dandi”, y su significado es: “hombre que se distingue por su extremada elegancia y buen tono”.

 

Este mundo de las palabras es una fuente sin fin. Uno de los primeros consejos que recibí en el inicio de mis estudios de periodismo, fue el destierro de la palabra “cosa”. Siempre es mejor usar la palabra precisa, y en este campo el español es un enorme escaparate del cual escoger. El mes pasado entrevisté a un arquitecto y me externaba su preocupación porque nuevas generaciones de colegas suyos no saben los nombres precisos de las partes de un edificio histórico. Esto me recordó que años atrás se restauró la fachada de un teatro en San José, el Teatro Popular Melico Salazar, y dicha actividad me puso en contacto con términos que nunca en la vida había escuchado. ¿Quién habría imaginado que en esa construcción, que yo simplemente llamaba “fachada”, conviven frisos, mascarones, balaustradas y cornisas, para mencionar unos pocos ejemplos?

 

A  propósito del tema les recomiendo el sitio www.elcastellano.org. Lo encontré hace poco y me suscribí a uno de sus servicios llamado “la palabra del día”. Además, periódicamente envían enlaces a sitios con noticias sobre el idioma español. Si queremos escribir, es imprescindible conocer nuestro idioma, tan rico, bello y lleno de la esencia misma de nuestra cultura. Me parece que debemos tener un aprecio especial por nuestra lengua materna, sin importar cuál esta sea, y al escribir esta afirmación pienso también en los latinoamericanos cuya lengua materna es el cabécar, el aymara o el maya.

 

Aunque aprecie al español, reconozco que las palabras tienen su propia vida y como chiquillos traviesos saltan de una lengua a otra con total desenfado. En Costa Rica, por ejemplo, a los niños se les llama “güilas”. A mí la expresión no me gustaba mucho y a veces sentía en ella un cierto sentido peyorativo. Sin embargo, mi profesor de gramática española me explicó que tiene muchos años de estar entre nosotros, pues su origen es náhuatl. Desde entonces le tomé cariño al término y lo uso con más frecuencia.

 

¡Qué vivan las palabras! No se vaya hoy a la cama sin aprender una nueva.

Oportunidad hasta junio

Si aún no te decides a participar en el Premio de Ensayo Letra Viva, ¿qué esperas? Lee esto:

 

A solicitud de muchos potenciales participantes, los organizadores del Premio de Ensayo Letra Viva decidieron extender por tres meses la convocatoria del concurso literario que convoca una red de editoriales evangélicas de América Latina.

 

El Premio de Ensayo Letra Viva, que consiste en la publicación en un tomo de los 5 mejores ensayos de enfoque cristiano y 500 dólares para cada obra ganadora, cerrará ahora el 30 de junio.

 

Sigue leyendo aquí.

Conozcamos nuestro idioma (1), por Maureen Herrera Brenes

En Costa Rica, mi país, llueve casi todo el año. Por este motivo no es de extrañar que tengamos muchas palabras asociadas a la lluvia: llovizna –popularmente, “pelo de gato”- aguacero, temporal, baldazo, tormenta. Cuando se empieza a nublar, sopla el viento y el aguacero se siente venir, la gente del campo dice “huele a agua”. Cuando amanece nublado, suponemos que el tiempo cambiará y en la tarde brillará el sol; en  ese caso el dicho apropiado es: “mañana oscura, tarde segura”. 

 

Esta introducción climática es para ejemplificar la riqueza del lenguaje, la principal herramienta de los escritores. Quienes estamos interesados en trabajar con palabras no podemos darnos el lujo de usarlas de manera pobre o inapropiada. Eso sería tan grave como contratar un carpintero y que este llegue a nuestra casa sin martillo ni serrucho. 

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Quiero compartir con ustedes algunas herramientas que he encontrado en el camino y me han sido de utilidad. De vuelta, ustedes pueden compartir las suyas y así aprendemos todos. 

 

A continuación les hablo de la primera. El año pasado me enteré de que existe un libro llamado Diccionario panhispánico de dudas. Soy periodista, así que se imaginarán la gran joya que ha sido para mí. Ya tengo subrayadas varias partes, a las cuales he llegado con preguntas de mi quehacer cotidiano: ¿Se escribe “medio día” o “mediodía”? ¿Llevan las siglas todas las letras en mayúscula, o sólo la primera? ¿Cuántas palabras deben llevar mayúscula en el título de un libro? No les cuento las respuestas, para que se motiven a investigar. 

 

La segunda herramienta sobre la que quisiera hablarles, es la posibilidad de tomar un curso de gramática española. El año pasado por primera vez cursé uno, nunca es tarde. Sabía que mi formación periodística en esa materia tenía carencias, pero suponía tener más que nociones básicas. ¡Oh ignorante de mí!  Para vergüenza de las escuelas de periodismo de mi país, he de confesar que entré a un mundo sobre el que sabía bien poco. Hoy disto mucho de ser experta, pero encontré una puerta abierta para seguir. Les animo a entrabar amistad con adverbios, conjunciones y preposiciones. A lo largo del viaje encontrarán que las palabras indicativo, subjuntivo e imperativo cobran sentido. 

 

En una próxima entrega les mencionará otras puertas que he encontrado, en esta maravillosa aventura de escribir. 

Algunas reflexiones sobre el ensayo, por Ian Darke

Si piensas participar en el Premio Letra Viva, estas reflexiones te serán útiles:

 

¿En qué pensamos cuando hablamos de un ‘ensayo’? Mi pequeño diccionario Usual de Larousse nos da unas pistas. Un ensayo puede ser un ‘análisis rápido de un producto químico’…, pero, lógico, aquí no estamos pensando en el laboratorio. Luego sigue: ‘una obra literaria que consiste en la reunión de algunas reflexiones hechas sobre un tema determinado’.

 

Me llama la atención la frase ‘algunas reflexiones’. El ensayo no permite espacio para abundar en todas las facetas de un tema. Notemos también que es ‘una reunión’ de reflexiones. Es decir, no hace falta un profundo análisis filosófico, sino, unir reflexiones en una forma coherente. 

 

Pueden ser reflexiones a base de la experiencia propia. Por ejemplo, una estudiante puede hablar de los desafíos que ella encuentra en el campus universitario: de la presión social, de las burlas que hacen otros estudiantes, y el lavado de cerebro impuesto por profesores evolucionistas. No puede hablar de todo el continente, ni de todo sector de la sociedad, pero puede hablar de su experiencia en su propia comunidad.

 

Igual, se puede reflexionar a base de la observación. Una señora puede escribir con sensibilidad sobre los desafíos que enfrentan las mujeres divorciadas en la iglesia, por ejemplo, siendo amiga de ellas. 

 

El ensayo se ha definido también como ‘literatura de ideas’. Jézer González, en su libro El ensayo: sus formas y contenidos dice que «un ensayo es una interpretación ideológica de un objeto de la cultura, o de la cultura en su totalidad». Como interpretación de un aspecto de la cultura, el ensayo adopta una determinada manera de verla. Por ejemplo, se puede adoptar una orientación histórica para reflexionar sobre el estado de la iglesia evangélica hoy en día. Lo que la iglesia vive hoy es inevitablemente vinculado con sus raíces, los inicios de las denominaciones, luego el crecimiento de nuevas iglesias independientes. ¿Será que las luchas de décadas anteriores complica la vida para los creyentes de hoy? ¿O que en la actualidad, hemos perdido valores valiosos que caracterizaron nuestros antepasados?

 

Para dar otro ejemplo, se puede escribir con una perspectiva sociológica, reflexionando sobre la imagen que tiene la iglesia evangélica en la sociedad en general. Muchas veces la prensa califica la iglesia evangélica como una secta caudillista, preocupada por prosperidad y milagros. Sea válido o no, la imagen de la iglesia puede causar dificultades para los creyentes hoy. ¿Tiene razón la prensa cuando critican los evangélicos? ¿Qué podemos hacer para enfrentar los desafíos generados por los medios de comunicación?

 

El ensayo, en suma, puede ser escrito con un enfoque analítico, sociológico o filosófico. Lo importante es no escribir generalidades que son francamente ¡¡ABURRIDAS!!

 

Somos muy diferentes, tenemos diversas fortalezas y experiencias. Todos podemos aportar experiencias, reflexiones e ideas, que nos ayuden a tomar conciencia de los desafíos actuales y reales que enfrentan las generaciones presentes de la iglesia. 

 

Que este Concurso sea la base de un gran intercambio de sugerencias y propuestas, para fortalecer la iglesia en el continente, para la honra y gloria de Dios.