Muchas veces, nos interesamos en una persona cuando vemos la expresión amigable que tiene en su rostro. Aquella sonrisa que nos invita al diálogo, a iniciar una conversación sin reparos, sabiendo que seremos bienvenidos.
Igualmente para los lectores, es el título de un escrito. Ese título nos debe invitar a leer, nos debe mantener interesados, darnos una idea de lo que se viene, y aún así, dejarnos con la expectativa, el asombro y las ganas de conocer más.
El título que le pongamos a nuestros escritos, entonces, será como la sonrisa de aquel rostro. Una puerta de entrada para dar a conocer, de manera general, lo que encontrarán si continúan la lectura. Una bienvenida, con los brazos abiertos.
En una ocasión me dijeron: “escribe primero y luego búscale un título ideal”. Me ha sucedido en algunas ocasiones, que terminando un escrito, me doy con la sorpresa que el título que le puse inicialmente no correspondía con lo que escribí y tuve que cambiarlo. Por ello sería una buena práctica escribir primero y preocuparnos de ese detalle al final.
Entonces escriba primero, y verá que sus mismos escritos cobrarán vida, le llevarán por sendas que no había sospechado inicialmente, será asombroso, y al final, dibujará una puerta de entrada a ese sendero, y la rotulará con una cálida bienvenida, para que otros como usted, disfruten de ese viaje maravilloso, y digan juntos, “acabo de tener una muy buena lectura”.
Cecilia de Aranibar