¡Le dieron el Nobel de Literatura a Bob Dylan y se armó la discusión! Mario Vargas Llosa dijo que debía ser un premio “para escritores y no para cantantes”; pero Sergio Ramírez mostró más apertura al afirmar que la decisión de la academia sueca sienta un precedente para que, en adelante, “las letras de las canciones que lo merezcan, empezarán a entrar en las antologías de poesía, como debe ser”. Estas líneas no son para entrar en la polémica de si Dylan merece el premio o no; pero sí les comento que toda la circunstancia me ha puesto a pensar en el gran valor que tienen las letras de las canciones. Creo que todos aquellos que trabajamos con palabras, y más aún desde una perspectiva cristiana, deberíamos prestar atención al tema. La cosa tiene que ver con nosotros también.
A mí la música me fascina. Escucho de todo, no solo la que proviene de pentagramas evangélicos. Creo que privarme de los boleros y del jazz sería tan absurdo como abstenerme de María Dueñas o de Antonio Skármeta, solo para citar algunos ejemplos. Pero eso es tema para otro momento… Al escribir este comentario estoy pensando en la letra de canciones cristianas que han marcado mi vida. Acompáñenme a un pequeño repaso.
Recuerdo de niña a mi papá cantando esta belleza que proviene de la Palabra:
“ Y porque El vive, yo no temo del mañana, porque El vive, mi temor se fue.
Porque yo sé que El conoce mi futuro, y sé que vale la pena vivir porque El vive en mí.
Y si vivimos, para El vivimos; y si morimos, para El morimos.
Sea que vivamos o que muramos, somos del Señor…”
Hasta el día de hoy esta letra es un champucito de cariño al alma en los incontables momentos de incertidumbre que se atraviesan en mi vida cotidiana.
En otro momento de mi recorrido llegó a mí Marcos Vidal. ¿Quién se atrevería a negar que es un auténtico poeta? Hasta el día hoy “El milagro” es para mí un himno de vida:
“Aún no puedo asimilar lo que me ha sucedido,
el milagro más glorioso que yo he vivido,
que después de malgastar lo que no era mío
No he tenido que pagar…”
Y en etapas recientes, en la estupenda experiencia de ser mamá de adolescentes, me encontré con la gente de Hillsong United. Mis habilidades de escucha en inglés no son tan buenas como yo quisiera, así que sigo las canciones letra en mano. ¡Qué belleza! No he sacado el tiempo para averiguar quién escribe las letras, pero algunas de ellas me han acompañado en tiempos recientes, especialmente en los difíciles:
“You own the skies and still You want my heart,
casting Your throne aside to lift me up.
So here I am.
Your love has got me up in arms again
and this hope won’t let me go”.
Escribir letras para canciones es un arte. Dice Jaime Gamboa, destacado letrista costarricense del grupo Malpaís, que es un lenguaje aparte, en el que música y poesía se funden en un código nuevo. Afirma que en este sentido las canciones se parecen a las artes escénicas, pues cuando son representadas tienen un significado que trasciende lo escrito.
Tal vez algunos de ustedes son músicos, o trabajan con músicos. Les animo a “meter la cuchara” para producir letras de calidad, que toquen la vida la gente y honren al Señor por medio de un producto de arte trabajado, profesional, con oficio detrás. Digo esto porque tengo en la mente canciones “cristianas” que me dan pena ajena: saturadas de estribillos tontos, con errores gramaticales y letras realmente pobres. Cuando las escucho me pongo a pensar que bien harían los músicos cristianos en exponerse con más frecuencia a la narrativa y a la poesía.
Escritores y músicos juntos. ¿No les entusiasma la idea? Creo que pueden salir cosas maravillosas de esa mancuerna.
Maureen R. Herrera Brenes,
calinguero@gmail.com
Octubre, 2016
Las letras de las canciones son poemas con mùsica; cierta musicalidad brota de la pluma del literato cuando escribe. El arte de escribir tiene su ritmo, nota, cadencia, melodìa…cosa semejante a la nota musical y sus combinaciones.
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Pr. Heriberto Mauro
Fundador de la Sociedad Argentina de Escritores Cristianos Evangèlicos (SADECE)