Maureen R. Herrera Brenes. http://unanotadeesperanza.blogspot.com/
Julieta Dobles es una reconocida escritora costarricense. Es poeta y en 2014 el Estado le otorgó el Premio Magón, que es el mayor reconocimiento que se otorga a un creador por la obra de toda una vida. Como parte de mi trabajo, en el Archivo Nacional de Costa Rica, tuve el honor de entrevistarla y se imaginarán que para mí, escritora novel, generaba gran curiosidad saber cómo esta señora había sido esposa, mamá de cinco hijos, mujer trabajadora fuera de casa (en una época en que esto no era tan frecuente) y además escritora.
Fue una conversación riquísima para mí y a la hora en que doña Julieta desgranó recuerdos me contó un episodio que nunca voy a olvidar. Ella era profesora de Biología y Química en secundaria en esa época, esposa y mamá, y además escribía. Entonces su madre, como una forma de apoyarla, la recibía en su casa un día a la semana. Le preparaba una habitación silenciosa, con escritorio, máquina de escribir y papel. “Así fue como escribí Los pasos terrestres”, me explica. No se me ocurre un mecenazgo más apropiado para una mujer con estas características.
Si bien es cierto el impulso de la creación artística nace del interior de cada artista, es justo que reconozcamos que a todos nos encanta que nos hagan porras.
Sobre todo al inicio de la carrera puede ser determinante que alguien nos diga “¡qué bien lo hacés!”, “tenés potencial”, “me encantó tu texto”. Se vuelve super valioso que alguna persona nos ofrezca espacio en un taller literario o en una publicación, o nos preparen un cuartito para trabajar como hacía la mamá de doña Julieta.
En el libro “Llamados a escribir”, encontré al menos tres menciones que me llamaron la atención al respecto. Carlos Verdesia cuenta que su impulso de vida inicial era dedicarse profesionalmente a la música, pero que uno de sus amigos más cercanos logró ver más allá y determinar algo que ni siquiera era claro para él mismo, y entonces le confrontó: “no es tu saxofón el que te dará de comer en la vida, sino tu pluma”.
René Padilla menciona a su profesor de redacción en el inicio de su vida en el colegio. El primer texto que leyó de su joven alumno le pareció tan bueno que lo acusó de haberlo copiado. Una vez aclarada la autoría del material nació una nueva relación de acompañamiento y amistad que le permitió al joven escritor aprender muchísimo sobre ortografía, sintaxis y estilo.
Finalmente Samuel Escobar dedica en esta obra varios párrafos al tema del estímulo y en ellos anota que en su carrera fueron muy relevantes los círculos literarios que fundaron en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos de Lima, los Círculos Bíblicos Universitarios y, en años recientes, la Fraternidad Teológica Latinoamericana.
En mi caso personal, y por supuesto salvando las distancias, fue muy importante el día en que una amiga se volvió y me dijo: “deberías dejar de mirarte a vos misma como aprendiz, porque ya sos escritora” y lo mismo me expresaron las amigas que conservo de mi primer empleo. Son gente significativa para mí y sus palabras fueron un empujón muy relevantes en momentos de temores e inseguridades.
En síntesis, si usted como escritor tiene a mano herramientas de estímulo, aprovéchelas. Reciba en el corazón los cumplidos y conviértalos en combustible para seguir trabajando. Y si usted tiene alrededor personas que evidencian un llamado a escribir (y este fue el escenario que más me animó a redactar esta entrada), ¡apóyelas! Mínimo puede expresarle palabras de reconocimiento y estímulo, pero también puede ir más allá: impulsar la creación de un círculo de escritores, dar soporte al nacimiento y desarrollo de publicaciones y ayudar a que en el ambiente eclesiástico se apoye también este ministerio de la escritura, que aún parece tan extraño a algunos.
Es decir, si tiene cerca a una persona que escribe, ¡conviértase en su porrista! Su papel es muy importante.